Frecuentemente oimos noticias de parte de la ciencia o la medicina que nos advierte de enfermedades que causan una terrible mortandad entre nosotros y que son dificiles de atajar con la medicina moderna, cancer, sida, o enfermedades como las cardiovasculares que es la primera causa de muerte en nuestro pais, son enfermedades casi intratables en un estado avanzado, y solo he mencionado tres, existen miles de enfermedades que a diario acaban con la vida humana.
Por desgracia cada 15 segundos, tambien muere un niño en el mundo, bien sea por enfermedad, hambre o asesinato o por las muchas injusticias que existen a nuestro alrededor..pero verdaderamente solo hay una causa que puede acabar no solo con nuestro cuerpo sino tambien con nuestra alma, y explico esto..
Se estima que mas de 20.000 personas mueren a diario sin haber conocido a Dios, sin fe, hecho por el cual la persona es autocondenada por todo la eternidad. Las enfermedades, catastrofes, guerras etc.. acaban con nuestro cuerpo, pero el morir sin Dios es lo realmente catastrofico para nuestra vida, al fin y al cabo todas las demas causas de muerte son solo un mero contratiempo, si comparamos nuestro corto trayecto que vivimos en este mundo ( a lo más 100 años ), ante toda una eternidad que nos queda por delante, Dios asegura que hay vida despues de la muerte, el alma humana nunca perece, el que queda atrás es nuestro cuerpo mortal, pero nuestro espiritu es inmortal y permanece para siempre, por lo tanto podemos asegurar que no hay nada más importante y crucial para nuestra vida y en este mundo, que el morir sin haber conocido a Dios, porque este hecho sera el que condicione nuestra vida para toda la eternidad; ¿ Que son 80 o 90 años comparado con toda una eternidad ?, la muerte nos puede sorprender de muchas maneras pero realmente este hecho es insignificante porque la muerte no es el fin de nuestra vida, es el fin de una etapa de nuestra vida, pero si en esta etapa de nuestra vida morimos sin fe, sin Dios, el resultado será, la enfermedad que más sufrimiento nos causa, la condenación por toda una ETERNIDAD por no reconocer nuestro pecado ante Dios.
Una vez una persona en una conferencia le pregunto a Gandhi, Mohandas ¿ Que debemos hacer para que el cristianismo, el mensaje y las advertencias de Dios para los hombres sean creidas por el mundo?
A lo cual respondió , comience a vivir cada cristiano, lo que Jesús enseñó, para que cada cristiano refleje El poder que Dios nos trasmite atraves de su Espiritu, y así los incredulos puedan observar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.
Amigos no hay enfermedad ni sufrimiento equiparable en este mundo, que el morir sin haber conocido a Dios, en estos momentos es la enfermedad más grave de este mundo, porque condena al ser humano al sufrimiento eterno, no 80 o 90 años, sino al sufrimiento para toda la eternidad por causa de no reconocer nuestro pecado ante Dios, no hay decisión más importante en este mundo que el elegir entre vivir sin Dios o vivir con Él, porque el resultado de esa elección condicionará nuestra vida por toda la eternidad, realmente la vida viene despues de la muerte, porque esa nueva etapa se prolongará por toda una eternidad, ¿ has tomado ya tu decisión ?
Aún hay tiempo de saber elegir, antes que la muerte nos sorprenda, que Dios reparta sabiduría y entendimiento para todo aquel que quiera resolver un problema tan grave como es el morir sin haber conocido a Dios.
En un abrir y cerrar de ojos, Inapreciablemente de repente todo cambia, la oscuridad y la tristeza se presentan sin avisar y a la hora que nadie espera.....Cristo es la respuesta, la única luz verdadera que alumbra sobre este mundo vacío y de Maldad.
jueves, 31 de marzo de 2011
sábado, 12 de marzo de 2011
TESTIMONIO DE UN GHANÉS
Reencuentro milagroso con Dios en una patera
El cristiano ghanés Emmanuel Yawson reencuentra la fe tras perderla y embarcarse en un endeble cayuco buscando la muerte.
“En Gambia estuve viviendo tres años. Cuando llegué me integré, conseguí empleo como delineante en una empresa constructora”, cuenta Emmanuel, que reconoce que allí se integró en una iglesia e intentaba ayudar a las personas con más necesidades de la comunidad. “Iba bien, daba muchos ingresos”, hasta que “surgieron problemas. Mis socios me estafaron, quedándose con mi mercancía y vendiéndosela a otros”.
La frustración se apoderó de un joven que había trabajado muy duro para verse, repentinamente, sin nada. “Me preguntaba ¿por qué Dios permitió que me pasara esto? Empecé a dudar sobre la existencia de Dios”, explica sincero. “Nadie me daba respuestas. Te preguntas ¿dónde está Dios, el que debería protegerte o cuidar de tus intereses? Empecé a creer que este Dios no existía. Dejé de ir a la iglesia”.
A la necesidad materuial se unió otra más profunda, la necesidad de respuestas, una necesidad profundamente espiritual. “En el momento de la rabia, del enfado, de todo culpaba a Dios. Yo pensé 'Si este Dios existe y él juzgará a todos los muertos, la muerte es la única forma de comprobar si existe de verdad". Como no tenía valor para matarse, "me junté a unos chicos que me contaron que viajaban a España. Iban en cayuco. Uno de ellos me dijo que en el anterior viaje, ese mismo cayuco se había partido en dos”.
Emmanuel embarcó en un cayuco junto a otras 123 personas, todos hombres. “No entiendes por qué estás ahí. No crees que llegarás a esto”, confiesa. La realidad es que el viaje en patera se desarrolla tal y como él imaginaba: lleno de peligros.
LA FIEREZA DEL MAR
“Estuvimos once días en el mar. Hubo muchos sucesos. El día 9 estábamos en el mar de Marruecos, cruzando a Europa, y hubo una tormenta muy fuerte. El cayuco se rompía, se estaba abriendo en dos. Tiramos cuerdas para intentar sujetarlo. El barco medía unos quince metros”.
El barco seguía resquebrajándose en medio de la tormenta. Emmanuel recuerda cómo se organizaban para luchar por sobrevivir: “Había seis personas recogiendo el agua que estaba entrando. Había agujeros y no teníamos como taparlos. Nos quedaba poco para que se hundiera el barco”.
Con el paso de las horas, la frustración comenzó a hacer mella en los pasajeros. Hasta los líderes de la embarcación admitían que “no llegaríamos a nuestro destino”. Una situación extrema que llevó al capitán a pedir a sus pasajeros que orasen, cada uno a sus dioses. “Empezaron los nativos haciendo rituales con una bebida alcohólica, pidiendo a la madre naturaleza que nos salvara. Luego, los senegaleses musulmanes cantaban, creo que en árabe, y todo seguía igual, todo se rompía”.
“Finalmente – recuerda Emmanuel – nos tocó a los cristianos. Yo, con todo lo que me había pasado, lo último que quería era orar a Jesús. Me metí en un agujero a descansar, con frío. Por unos minutos nadie decía nada. Entonces alguien empezó a tirar de mí mientras decía 'este es un pastor, le conozco, su padre es un pastor'. Y antes de decirles nada ya estaba allí en medio”.
La situación era desesperada para todos. “Todo el mundo estaba allí llorando. A la hora de morir todos están desesperados. Es una escena muy triste, caras que nunca se olvidan”.
Emmanuel entendió en ese momento que no tenía más renmedio que orar. “Subí al medio y empecé a orar. Oré con enfado. Antes de orar dije que sabía que todos iban a morir igual. Yo pensaba que nadie se iba a salvar”. Sin embargo, venció su incredulidad y se puso a orar.
“Algo curioso pasó – cuenta Emmanuel -. Mis oraciones en casa no duran mucho. Pero aquel día estuve más de seis minutos orando. Sabía lo que decía, y escuchaba a la gente diciendo 'amén'. Escuchabas el viento y el mar. Y en medio de la oración escucho al que llevaba la máquina: estamos a flote, Dios nos ha salvado. En aquel momento, todo el mar estaba en calma alrededor del barco, era como si la tormenta se hubiera parado de golpe”.
“Yo en aquel momento no lo creía”, se sincera Emmanuel, que había huido buscando a Dios a través de la muerte y era éste quien le estaba buscando a él.
UNA VIDA TRANSFORMADA
Tras la tormenta y el reflote del barco, el viaje continuaba, aunque sin demasiadas esperanzas aún. “Estuvimos dos días más viajando, hasta que llegamos al mar de Canarias, cuando nos quedaban unos 80 km para llegar. La comida se acabó, el agua también, lo mismo la gasolina”. Una vez más la situación se volvía extrema, cuando “apareció un avión del ejército, que sacó unas fotos. Sobre las nueve de la noche vino el barco de salvamento marítimo. Nos recogieron a nosotros y hundieron el barco”, recuerda Emmanuel. “Todos se salvaron”.
Ya en España, Emmanuel pudo reconciliarse con Dios. “Encontré trabajo, pude pagar las deudas, comencé a pensar con mucha claridad. Cuando era joven preguntaba a mis padres ¿por qué vamos a la iglesia? Yo no quería ir porque ellos fueran. Yo buscaba un motivo para que Dios fuese mi Dios. Todo este incidente del robo, del cayuco, me demostró que hay un Dios que vive. Cuando yo oré, pasó algo. Creo que Dios me quería decir algo, que no tengo que morir para saber que él está ahí”.
Emmanuel Yawson vive ahora en Pontevedra, donde se congrega en una iglesia. Hasta canta en el grupo de alabanza cada domingo. “Mi relación con Dios es mucho mejor ahora. Mejor que hace años. Toda la experiencia que tuve, tenía que superarla para poder llegar a otro nivel en mi vida cristiana. Uno tiene que pasar por pruebas para llegar a la siguiente fase. Pude terminar en la iglesia adecuada. He aprendido muchísimo, aprendiendo lo que he vivido con estas personas, sabiendo lo que Dios es capaz de hacer en nuestros momentos más difíciles”.
Y su experiencia también le ha dejado un mensaje que compartir con los demás. “Cuando pasas por estas cosas, solo piensas en el dolor, a veces en la venganza. Pero una persona tiene que ser capaz de mirar un poco más allá, y poner su fe en Dios. A menudo no hacer preguntas como ¿por qué?, sino ¿para qué?
Impresionante el testimonio de esta persona verdad ? .
Las preguntas deben hacerse y en el momento debido Dios las responde. Solo tenemos que mantener intacta y si cabe aún, más reforzada nuestra fe, Dios siempre provee para todos los que en Él confian, y en este caso en particular Dios obró aún sabiendo que Emmanuel había perdido su fé y su confianza en Él, dando así una respuesta clara de que Dios nos ama y somos nosotros los que nos alejamos de Él, pero aun así siempre tiene la mano tendida hasta que por desgracia nos llega la hora ( que casi siempre llega sin avisar ) y entonces es demasiado tarde, porque si morimos, sin haber aceptado la salvación que Dios nos está ofreciendo, "advertidos estamos atraves de su palabra", estaremos AUTOCONDENADOS POR TODA UNA ETERNIDAD EN UN LUGAR DE TORMENTO LLAMADO "INFIERNO" junto con Satanás, por rechazar la obra tan grande que Jesús llevó a cabo en la cruz para salvarnos de esa condenación eterna. Que Dios reparta sabiduría y entendimiento para comprender el plan de salvación que Dios esta ofreciendo a toda la humanidad.
El cristiano ghanés Emmanuel Yawson reencuentra la fe tras perderla y embarcarse en un endeble cayuco buscando la muerte.
12 de marzo de 2011, PONTEVEDRA
La historia de Emmanuel Yawson comienza en Ghana. Su familia iba regularmente a una iglesia pentecostal, donde aprendió a conocer a Dios de una forma real y personal. El joven Emmanuel tenía sueños por cumplir y se fue del país, a Gambia, buscando un futuro más próspero. Pero lo que allí vivió le obligó a cambiar todos sus planes.“En Gambia estuve viviendo tres años. Cuando llegué me integré, conseguí empleo como delineante en una empresa constructora”, cuenta Emmanuel, que reconoce que allí se integró en una iglesia e intentaba ayudar a las personas con más necesidades de la comunidad. “Iba bien, daba muchos ingresos”, hasta que “surgieron problemas. Mis socios me estafaron, quedándose con mi mercancía y vendiéndosela a otros”.
La frustración se apoderó de un joven que había trabajado muy duro para verse, repentinamente, sin nada. “Me preguntaba ¿por qué Dios permitió que me pasara esto? Empecé a dudar sobre la existencia de Dios”, explica sincero. “Nadie me daba respuestas. Te preguntas ¿dónde está Dios, el que debería protegerte o cuidar de tus intereses? Empecé a creer que este Dios no existía. Dejé de ir a la iglesia”.
A la necesidad materuial se unió otra más profunda, la necesidad de respuestas, una necesidad profundamente espiritual. “En el momento de la rabia, del enfado, de todo culpaba a Dios. Yo pensé 'Si este Dios existe y él juzgará a todos los muertos, la muerte es la única forma de comprobar si existe de verdad". Como no tenía valor para matarse, "me junté a unos chicos que me contaron que viajaban a España. Iban en cayuco. Uno de ellos me dijo que en el anterior viaje, ese mismo cayuco se había partido en dos”.
Emmanuel embarcó en un cayuco junto a otras 123 personas, todos hombres. “No entiendes por qué estás ahí. No crees que llegarás a esto”, confiesa. La realidad es que el viaje en patera se desarrolla tal y como él imaginaba: lleno de peligros.
LA FIEREZA DEL MAR
“Estuvimos once días en el mar. Hubo muchos sucesos. El día 9 estábamos en el mar de Marruecos, cruzando a Europa, y hubo una tormenta muy fuerte. El cayuco se rompía, se estaba abriendo en dos. Tiramos cuerdas para intentar sujetarlo. El barco medía unos quince metros”.
El barco seguía resquebrajándose en medio de la tormenta. Emmanuel recuerda cómo se organizaban para luchar por sobrevivir: “Había seis personas recogiendo el agua que estaba entrando. Había agujeros y no teníamos como taparlos. Nos quedaba poco para que se hundiera el barco”.
Con el paso de las horas, la frustración comenzó a hacer mella en los pasajeros. Hasta los líderes de la embarcación admitían que “no llegaríamos a nuestro destino”. Una situación extrema que llevó al capitán a pedir a sus pasajeros que orasen, cada uno a sus dioses. “Empezaron los nativos haciendo rituales con una bebida alcohólica, pidiendo a la madre naturaleza que nos salvara. Luego, los senegaleses musulmanes cantaban, creo que en árabe, y todo seguía igual, todo se rompía”.
“Finalmente – recuerda Emmanuel – nos tocó a los cristianos. Yo, con todo lo que me había pasado, lo último que quería era orar a Jesús. Me metí en un agujero a descansar, con frío. Por unos minutos nadie decía nada. Entonces alguien empezó a tirar de mí mientras decía 'este es un pastor, le conozco, su padre es un pastor'. Y antes de decirles nada ya estaba allí en medio”.
La situación era desesperada para todos. “Todo el mundo estaba allí llorando. A la hora de morir todos están desesperados. Es una escena muy triste, caras que nunca se olvidan”.
Emmanuel entendió en ese momento que no tenía más renmedio que orar. “Subí al medio y empecé a orar. Oré con enfado. Antes de orar dije que sabía que todos iban a morir igual. Yo pensaba que nadie se iba a salvar”. Sin embargo, venció su incredulidad y se puso a orar.
“Algo curioso pasó – cuenta Emmanuel -. Mis oraciones en casa no duran mucho. Pero aquel día estuve más de seis minutos orando. Sabía lo que decía, y escuchaba a la gente diciendo 'amén'. Escuchabas el viento y el mar. Y en medio de la oración escucho al que llevaba la máquina: estamos a flote, Dios nos ha salvado. En aquel momento, todo el mar estaba en calma alrededor del barco, era como si la tormenta se hubiera parado de golpe”.
“Yo en aquel momento no lo creía”, se sincera Emmanuel, que había huido buscando a Dios a través de la muerte y era éste quien le estaba buscando a él.
UNA VIDA TRANSFORMADA
Tras la tormenta y el reflote del barco, el viaje continuaba, aunque sin demasiadas esperanzas aún. “Estuvimos dos días más viajando, hasta que llegamos al mar de Canarias, cuando nos quedaban unos 80 km para llegar. La comida se acabó, el agua también, lo mismo la gasolina”. Una vez más la situación se volvía extrema, cuando “apareció un avión del ejército, que sacó unas fotos. Sobre las nueve de la noche vino el barco de salvamento marítimo. Nos recogieron a nosotros y hundieron el barco”, recuerda Emmanuel. “Todos se salvaron”.
Ya en España, Emmanuel pudo reconciliarse con Dios. “Encontré trabajo, pude pagar las deudas, comencé a pensar con mucha claridad. Cuando era joven preguntaba a mis padres ¿por qué vamos a la iglesia? Yo no quería ir porque ellos fueran. Yo buscaba un motivo para que Dios fuese mi Dios. Todo este incidente del robo, del cayuco, me demostró que hay un Dios que vive. Cuando yo oré, pasó algo. Creo que Dios me quería decir algo, que no tengo que morir para saber que él está ahí”.
Emmanuel Yawson vive ahora en Pontevedra, donde se congrega en una iglesia. Hasta canta en el grupo de alabanza cada domingo. “Mi relación con Dios es mucho mejor ahora. Mejor que hace años. Toda la experiencia que tuve, tenía que superarla para poder llegar a otro nivel en mi vida cristiana. Uno tiene que pasar por pruebas para llegar a la siguiente fase. Pude terminar en la iglesia adecuada. He aprendido muchísimo, aprendiendo lo que he vivido con estas personas, sabiendo lo que Dios es capaz de hacer en nuestros momentos más difíciles”.
Y su experiencia también le ha dejado un mensaje que compartir con los demás. “Cuando pasas por estas cosas, solo piensas en el dolor, a veces en la venganza. Pero una persona tiene que ser capaz de mirar un poco más allá, y poner su fe en Dios. A menudo no hacer preguntas como ¿por qué?, sino ¿para qué?
Impresionante el testimonio de esta persona verdad ? .
Las preguntas deben hacerse y en el momento debido Dios las responde. Solo tenemos que mantener intacta y si cabe aún, más reforzada nuestra fe, Dios siempre provee para todos los que en Él confian, y en este caso en particular Dios obró aún sabiendo que Emmanuel había perdido su fé y su confianza en Él, dando así una respuesta clara de que Dios nos ama y somos nosotros los que nos alejamos de Él, pero aun así siempre tiene la mano tendida hasta que por desgracia nos llega la hora ( que casi siempre llega sin avisar ) y entonces es demasiado tarde, porque si morimos, sin haber aceptado la salvación que Dios nos está ofreciendo, "advertidos estamos atraves de su palabra", estaremos AUTOCONDENADOS POR TODA UNA ETERNIDAD EN UN LUGAR DE TORMENTO LLAMADO "INFIERNO" junto con Satanás, por rechazar la obra tan grande que Jesús llevó a cabo en la cruz para salvarnos de esa condenación eterna. Que Dios reparta sabiduría y entendimiento para comprender el plan de salvación que Dios esta ofreciendo a toda la humanidad.
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